Introduciendo la suspensión de la incredulidad

Suspensión de la incredulidad es una expresión, acuñada por el poeta y filósofo Samuel Taylor Coleridge en 1817, que se refiere a la voluntad del espectador/lector/jugador de aceptar como ciertas las premisas sobre las cuales se basa una ficción, aunque sean fantásticas o imposibles. También se refiere a la voluntad de pasar por alto las limitaciones del medio a través del cual se entrega la historia. De acuerdo a su planteamiento, la suspensión de la incredulidad es un quid pro quo: el público tácitamente accede a suspender su incredulidad temporalmente a cambio de la promesa de entretenimiento.

Así, para disfrutar de la historia de Harry Potter tenemos que asumir que existe un mundo paralelo lleno de magia y en la de Superman aceptamos que nadie se da cuenta de su parecido con Clark Kent. Incluso en el caso de historias que suceden en ambientes realistas, como la Jungla de Cristal 4.0 o Parque Jurásico, se puede requerir que suspendamos nuestra incredulidad de forma más sutil. Por ejemplo, el hecho de que Bruce Willis sobreviva a varias situaciones críticas consecutivas requiere una cierta suspensión de nuestra incredulidad. La explicación de la supervivencia de los dinosaurios es perfectamente plausible – excepto quizá para un experto en la materia – pero tenemos que aceptar que ha sucedido, cuando carecemos de evidencias en la vida real.

Los géneros dramáticos establecidos llevan asociadas por convención una serie de premisas, lo cual se traduce en un nivel concreto de suspensión de la incredulidad. Estas premisas van incluidas en un grupo de reglas asociadas a cada género conocidas como convenciones dramáticas. Dichas reglas permiten a los autores comunicarse fácilmente con los artistas, al mismo tiempo que dan información al espectador acerca de cómo entender la obra, pidiéndole que suspenda su incredulidad frente a la manera en que se resuelven ciertos aspectos de la historia debido a la naturaleza de la obra o a las limitaciones técnicas impuestas por el medio a través del cual se representa la misma.

Por ejemplo, una de las convenciones dramáticas empleadas por Shakespeare es que en sus obras un personaje puede ponerse al frente del escenario y recitar un soliloquio sin que los demás le escuchen. Otras convenciones dramáticas son que los personajes de un musical no reaccionen con extrañeza cuando un personaje rompe a cantar, que durante una escena amorosa suene música venida de ningún sitio o que entre un acto y otro de una obra de teatro pasen supuestamente años.

Cuando vayamos a contar una historia es necesario identificar qué premisas deberemos presentar a nuestros espectadores, para asegurarnos de que se las comunicamos adecuadamente. Para ello lo primero es determinar el género al que pertenece la obra, ya que nos indicará qué convenciones dramáticas tiene asociadas. Conocer estas convenciones nos permitirá identificar las premisas vinculadas a ellas. Así tendremos claro dentro de qué parámetros nos movemos y también encontrar otras en las que quizá no habíamos pensado y que podríamos utilizar, con lo cual nuestras historias serían más coherentes y ricas.

En el próximo artículo explicaremos algunas técnicas de presentación de premisas para crear un correcto ambiente de suspensión de la incredulidad.

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7 responses to “Introduciendo la suspensión de la incredulidad”

  1. Baxayaun says :

    Muy interesante. A ver que tal sale ese artículo…

  2. Isilion says :

    Pues la verdad es que bastante más largo de lo que inicialmente había pensado 🙂

    ¡Tiempo al tiempo!

  3. Ludo says :

    Isilion vuelve confuerza!!!